jueves, 2 de diciembre de 2010


Te voy a explicar la clase de luces que existen. La gran mayoría para iluminar, pero luego hay otro grupo que trabajan para entretener la pupila del observador, otro para advertir fatalidades, luego, el grupo que ves a la izquierda sirve para calentar, hay una que está más pegada al final, esa que aún no vemos, esa será la última que reconozcamos detrás de la espesa oscuridad que dejemos a nuestra espalda un día, espero, lejano.

Mientras tanto, observa las que tienes en la imagen: son finos rayos de luz que pasan horizontalmente a lo largo de esta calle. Son luciérnagas que hacen cola para comprar el pan.

Aún así, cuenta la leyenda que fueron creadas por un grupo de jóvenes estudiantes afincados en un lugar llamado Dijon. Estos, durante su estancia, intentaron dilatar lo máximo posible el tiempo. Al estirarlo tanto, el espacio se expandió y todas las luces de la ciudad centellaron perdidas por el lugar.

Rara es la ocasión de ver uno de esos huidizos rayos; se dice que si miras y sonríes a uno de estos jóvenes, existe una gran posibilidad de que uno se cruce relampagueante, capaz de crear la sensación extensible del tiempo.

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